miércoles, 31 de octubre de 2007

La arquitectura en China

INFLUENCIA DEL PENSAMIENTO ANTIGUO

V. J. Ochoa-Piccardo

Publicado en Caracas en la sección Culturales del diario El Universal, Lunes 12 de Julio de 1982 y en
Estudios de Asia y Africa 63. Vol. XX Enero-Marzo, 1985 núm.1. Pg. 121, Colegio de México.



El hecho de que en lo que va de siglo, en China no se haya diseñado ni levantado un edificio o conjunto arquitectónico suficientemente interesante, digno de su antigua y rica experiencia constructiva se debe a los trastornos sufridos en las esferas políticas, económicas y social durante este período. Por consiguiente no se deben arrojar dudas sobre la concepción y calidad que los chinos, desde la antigüedad, han mostrado en sus obras construídas. Por ello, no es sorprendente ver el interés que numerosos arquitectos occidentales tienen por conocer sobre la arquitectura en China. Sobre la arquitectura que se trabaja hoy en día en ese país, incluyendo Taiwan y la colonia británica de Hong Kong, no vamos a detenernos a comentar. Más bien queremos referirnos a algunas ideas que se hacen permanentes y que conformarían los principios en la genial arquitectura clásica de China.

Es interesante notar cómo la cultura china puede mostrarse tan coherente en sus diversas manifestaciones. Hablar de arquitectura es hablar del espacio, y en China el espacio arquitectónico se comprende como una unidad de contrarios. De pronto vemos como el pensamiento dialéctico, el daoísmo, mejor conocido a través de la expresión gráfica del Yin y el Yang, se expresa a través de la arquitectura, y es, en definitiva, su esencia. La arquitectura en china siempre se entendió como una relación lleno-vacío, cubierto-descubierto, y de allí la llamada “arquitectura de los patios”, que prácticamente es sinónimo de la arquitectura oriental. Por cierto, el término “patio” merece una breve explicación previa. No se trata de los viejos patios internos de las casas de La Pastora, que heredamos oportunamente de los españoles, que a su vez les vino de los romanos y árabes. Comunmente, un espacio descubierto dentro de la casa y en el mejor de los casos, un espacio con vegetación circundado por corredores de bellas arcadas. Un espacio en función del espacio construído. Para los chinos en cambio, se trataba del espacio, en principio amplio y generoso, alrededor del cual se construían unidades independientes que, enlazadas por galerías u otros espacios conectantes constituían una gran unidad o módulo que conformaba la casa. El patio no está en función de nada y más bien es el alma del todo. La casa, de acuerdo a las necesidades de la familia y su rango, podía crecer casi sin ningún límite, en una serie de módulos – patios dicen los chinos – y formar así una riquísima sucesión de espacios abiertos y cubiertos, sólidos y transparentes. También, un patio podía ser un espacio amurallado por tres de sus lados y frente a un edificio – normalmente de una planta – del que era parte inherente y para uso casi exclusivo. Los chinos tienen muchos caracteres para denotar la idea de patio, de acuerdo a sus distintas características. Posteriormente ellos hicieron del patio un arte. Digo posteriormente porque esta forma de composición es de muy vieja data en China. Se sabe que ya en la dinastía Shang (商, siglo XVI al XI a. C.) se empleaba este planteamiento en el diseño de las viviendas – o de los palacios y templos – de unidades modulares desarrolladas alrededor de patios no aparentes dentro de un plan desordenado, incoherente. Por el contrario, aquí aparece otro de los elementos constantes no sólo, pero sí especialmente, en la arquitectura y su expresión mayor – el urbanismo. Se trata del eje central que guía, que da la energía de existencia al plan, tanto de viviendas populares o incluso hasta del plan maestro de la capital de los Yuan (元), Ming (明) y Qing (清): Beijing (北京), una obra de arte en sí misma.



Ahora bien, ¿de dónde sacaron los chinos este eje? Este es parte de la herencia del pensamiento budista. Naturalmente, no es la idea que en Occidente se tiene y que experimentamos visualmente cuando enfrentamos un edificio clásico o neoclásico donde hacemos un recorrido como sobre el cauce de un rio siempre incitándonos a mirar adelante. A los lados veremos partes secundarias del edificio emplazadas simétricamente. La idea budista del eje está más ligada al cosmo, al universo, y se supone es parte de nuestra psique. Luego de hacer el recorrido del kilómetro y medio que va entre la “Puerta de la Paz Celestial” (Tiananmen 天安门) y la “Puerta del Orgullo Divino” (Shenwumen 神武门) del Palacio Imperial de Beijing, ambas construídas, al igual que toda la sucesión de los principales palacios y puertas, sobre el eje norte sur (para los chinos, sur norte), luego de bordear cada uno de ellos retomando el eje central en sus patios y plazas, llega uno a comprender la existencia de un eje rector, alma del conjunto. Lo mismo ocurre en las viviendas de los súbitos en la ciudad y se percata uno, además de un microcosmos, que hasta bien pudiera ser un pequeño jardín dentro de la casa, de cualidades cosmogónicas – inmensurable e infinito.

De modo que hasta ahora tenemos la existencia de un eje, o del eje, como parte inalienable en la arquitectura china y los patios, fórmula básica en la solución del espacio de vida. Ambos tienen raíces en las tradiciones búdicas y daoístas. Los códigos moralistas y jerárquicos confucianos también tuvieron su expresión en el eje central, ya que éste se presta perfectamente para organizar físicamente la familia y dar la debida importancia a quien la tenía. El padre de famila, o jefe del clan, en el plano comunitario y el emperador o la familia real, dentro del plan urbano. Pero, la China era una sociedad polígama y el poder convivir de una familia – cuando ésta era sumamente numerosa, que bien podía serlo – guardaba una estrecha relación con la independencia relativamente grande que la fórmula de los patios ofrecía a sus miembros de variadas edades y posición familiar con el Dao (道) y su lógica expresión en la construcción. Según la filosofía daoísta, un hombre que aspirase al éxito público y al beneficio familiar, debía poder gozar la máxima felicidad dentro de la intimidad. Las mujeres en la doctrina dialéctica, ofrecían la esencia Yin (阴) que el hombre debía aprovechar para lograr un balance más equuilibrado con su esencia Yang (阳). Se casaba entonces con más de una mujer y mantenía, de poderlo hacer, todas las concubinas posibles. Naturalmente, no sería nada fácil tenerlas a todas bajo un mismo techo y he aquí como los patios vinieron también a resolver son sutileza este problema. Cabría decir aquí, que los chinos, debido entre otros factores a una abundancia de bosques, desarrollaron una arquitectura de madera y estructuralmente adintelada. El material impuso su condición y el hombre aprovechó su cualidad. Nunca existió un edificio de grandes proporciones como los que Europa construyó con ladrillos y piedras. El palacio mayor de la Ciudad Prohibida de Beijing (Taihedian 太和殿)tiene una planta de sólo unos 60 x 33 metros; y esto, ¡para uso del emperador! Por eso las viviendas comunes se produjeron en pequeñas unidades componiendo siempre un conjunto. Pero gracias a la estructura dintelada, hubo la posibilidad de una enorme flexibilidad en su diseño interior. Occidente vino a conocer esta flexibilidad de espacios internos gracias a la arquitectura moderna en el siglo XX. Por lo dicho, es que los ejemplos arquitectónicos de China nunca se conocen gracias a un único edificio, como sucede en Occidente, sino que se presentan, y esto también es fundamental, en un conjunto.



Vemos pues como el budismo (佛教), daoísmo (道教) y confucionismo (儒教) se entrelazaron de tal manera en la historia y cultura del pueblo han (汉族) , que la arquitectura por ellos desarrollada refleja con mucha claridad estas relaciones. Debido a las condiciones económicas, de recursos naturales, geográficas y sociales, la arquitectura se expresó principalmente a través de la madera y no del ladrillo. Los chinos llegaron a ser grandes artesanos de la madera y desarrollaron una tecnología propia muy avanzada. Pero, cualquiera hubiese sido el material empleado, éste no es lo fundamental y sí el pensamiento, la filosofía que se encuentra detrás y logra manifestarse lo más apropiadamente posible en el lenguaje de los materiales constructivos.

Prueba de ello es el arte de los jardines chinos donde la actitud daoísta hacia la Naturaleza encuentra suprema expresión. Pero esto ya será tema para otra oportunidad.